La sala estaba en silencio y con poca luz. La primer caricia y seducción explotó finalmente en un beso inesperado y de un momento a otro ya estábamos tumbados en el mueble de la sala. Quitamos los libros y cosas que nos estorbaban. El no querer despertar a nadie y la sensación de ser descubiertos también nos estorbaban y nos detuvieron por un instante. Te pregunté que si mejor nos íbamos a mi departamento y dijiste que sí.
Dos días antes eras casi desconocida para mí y aún recuerdo cuando tocaste a mi puerta para presentarte e invitarme a estar un rato en tu departamente con tu amiga y su novio para celebrar no sé qué con unos mojitos cubanos preparados con ron blanco, azúcar, hielo y hierbabuena. Yo ya estaba acostado en mi cama con la luz apagada y acababa de terminar de leer un capítulo de un libro. Estuve a punto de no abrir la puerta. Luego estuve a punto de decir que no, que muchas gracias y que no los podía acompañar pues el día siguiente era Lunes y me tenía que levantar temprano. Finalmente los acompañé y me sentía un tanto extraño porque la situación era extraña de por sí. Esa noche apenas si probé los famosos mojitos cubanos, convivimos y reímos un rato. Al final quedamos los cuatro en vernos de nuevo para ir a comer al día siguiente.
Llegó la hora de la comida y fuimos a un Carl's Jr. y luego a una plaza comercial. Nunca dejé de sentir esa sensación de que algo extraño iba a pasar, no sé, un accidente o algo así. En el coche camino a la plaza comercial ustedes hablaban de sus anécdotas y situaciones ajenas a mí. A ratos pensaba que mejor no hubiera abierto la puerta la noche anterior y que a esa hora ya estaría de regreso en mi rutina cotidiana. En la plaza compraron más botellas para seguir celebrando, ¿qué cosa?, no sé, por el simple gusto de embriagarse en Lunes. Esa noche no puse resistencia y probé generosamente, al igual que todos, los mojitos cubanos.
Esa noche aprendí que decir "de jilo" es como decir "de hidalgo". Después de tomarnos todos varios vasos "de jilo", la sala inundada de humo de cigarro, pláticas y risas, de pronto todos ya éramos grandes amigos. Luego de un rato, sin decir nada, tu amiga se volvió a levantar del mueble, tomando de la mano a su novio para meterse a tu cuarto y cerrar la puerta con seguro por segunda ocasión, sólo que ahora ya no salieron, así que nos quedamos solos en la sala.
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