Todos en algún momento nos hemos corrompido de alguna u otra forma, ya sea con la ley o en nuestros principios. El Sábado pasado fui partícipe de un acto de corrupción que más o menos fue así:
Tránsito: Joven, ¿sabe usted por qué lo detengo?
Yo: No, ¿por que?
Tránsito: Por circular sin placas.
Yo: Ah sí, precisamente voy a la agencia para que se las pongan, aquí las tengo mire.
Tránsito: Pues sí pero usted sabe que está prohibido circular sin placas, mire el reglamento.
Yo: Lo sé, por eso se las voy a poner ahorita. No se las he puesto porque no tengo los tornillos y ahí le hacen los huecos y se las ponen gratis. Además me las dieron ayer en la tarde.
Tránsito: Ese no es mi problema, ¿para qué saca usted el vehículo sin placas?
Yo: Pues no traen placas. A mí se me hace que usted nadamás me quiere molestar.
Tránsito: Usted dirá multar, pero pues ese es mi trabajo.
Yo: También lo sé, pero póngase en mi lugar. Se me hace incoherente todo esto. Mire, tengo que circular sin placas porque no hay de dónde colgarlas, por eso voy a que le hagan los huecos y le pongan los tornillos.
Tránsito: Pues si quiere voy por un taladro y le hacemos los huecos.
Yo: Tampoco se trata de eso.
Tránsito: Pues entonces usted dígame, ¿cómo le hacemos?
Yo: No pues usted dígame.
Tránsito: Pues como quiera.
Yo: Bueno, nadamás déjeme ir al carro por algo.
Tránsito: Yo aquí lo espero. - Me meto al carro y lo enciendo. Saco de mi cartera un billete y lo doblo en tres en forma de cuadrito para que quepa en la palma de mi mano. Salgo de del coche y voy a la patrulla para "despedirme" del tránsito.
Yo: Bueno compa, hasta luego. - Le doy la mano con el billete oculto y el acto se consuma.
No me siento muy orgulloso, pero quien esté libre de corrupción que lance la primer mordida o suelte el primer billete.