Todos tenemos un oscuro pasado, o al menos, ciertas cosas que nos gustaría ocultar y no muy gratas. Aunque lo ocultemos muy bien tarde o temprano saldrá a la luz ya sea porque a alguien que lo conoce se le salió, o de plano uno mismo soltó la sopa en un paroxismo de abyección (esta frase de Aldous Huxley en Un Mundo Feliz me encanta pues hasta la fecha no me queda del todo clara) nos mostramos cual libro abierto, ya sea por un arrebato de confianza o por una borrachera de fin de semana (eres como mi hermano(a)... saluuuuud!). Aunque dicen que esto puede ser perjudicial pues ya saben de qué pie cojeas o por dónde te podrían chantajear o incluso hasta atacar, finalmente uno sabe qué y a quién le dice su "oscuro" pasado que aunque realmente no en todos los casos el pasado es tan "oscuro".
Yo era fan de Caló (ponte atento ya!). Y no me duele aceptarlo pues en ese entonces no tenía (más bien no conocía) muchas opciones y me hizo ampliar mi abanico musical - e incluso llegué a comprar un cassette de Locomía (rumba-samba-mambo! méndigos maricones). Llegué incluso a ir casi todos los viernes al mercado-sobre-ruedas que llegaba a mi ciudad natal para ver si ya había llegado material nuevo de Caló y llegué a comprar los remixes de La Taquiza y El Planeta. También escuchaba algo de Vanilla Ice, MC Hammer, Technotronic y similares. Vamos, eran las épocas en donde los medios nos inundaban con rap y tecno, y luego uno adolescente-puberto-altamente-influenciable. Pero bueno, gracias a mis influencias de aquél entonces pude tener puntos de referencia y cuando conocí otros géneros y grupos pude saber lo que realmente era bueno y me gustaba (bendita sea la variedad). También me tuve que chutar muchas canciones que escuchaban mis papás en ese entonces. Estuve a 5 palabras de tararear coros de Amanda Miguel. De las que sí no me quejo son las grandes canciones del príncipe de la canción, nuestro querido José José que la verdad yo creo que ya es todo un ícono musical de muchos convivios etílicos de varias generaciones (saluuuuud!).
A pesar de que pasaba horas jugando con mis muñecos de GiJoe, StarWars y He-Man, no podía escaparme de jugar con mi hermana y sus Barbies pues siempre nos gustó estar juntos y no hay mucha diferencia de edades. Obviamente siempre utilizé a mis muñecos o en su defecto, al mentado Ken, y yo era el padre de familia, el doctor, el chofer, o el ratero - nunca se me ocurrió haber sido un amante pasional de la Barbie Roquera o un novio cachondo de Stacy Malibú. Mi hermano mayor y yo solíamos jugar a las luchitas, siempre me ganaba y terminaba chillando ante la impotencia y el coraje de verlo reirse de mí por su victoria, pero luego de un rato todo seguía como si nada.
Dice mi prima Liliana que yo era racista de niño y que me ponía serio y no me gustaba que me cargaran o besaran si era alguien moreno(a), no sé por qué, pero ni modo que haya sido genético, en fin, lo bueno es que no recuerdo eso y que no me quedé así. También reconozco que era rencoroso y todo me lo guardaba hasta que finalmente explotaba y recurría a la violencia o agresiones verbales, claro, a escala infantil. Era muy enojón y casi podría decir que un neurótico anónimo en potencia. Ahora creo que ya no soy así. Me he vuelto bastante tolerante y no me quedo con rencores pero no al grado de ser tan dulce como Winnie Pooh. Y deben haber por ahí otras cosas que ahora no recuerdo y/o no vienen al caso. Tal vez en otra ocasión.
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